El guerrero y el bufón: un viaje de redescubrimiento
Bajo la sombra de una torre en ruinas, un caballero descansaba, exhausto por incontables batallas. Su armadura estaba desgastada, sus ojos reflejaban la fatiga de los años y su espada, que una vez blandía con firmeza, reposaba a su lado, olvidada. Había recorrido un largo camino, luchado por causas nobles, enfrentado enemigos visibles e invisibles. Pero ahora, sentado en el polvo del tiempo, una pregunta pesaba sobre su corazón: “¿Por qué comencé este viaje?”
Un bufón, con cascabeles en los pies y un sombrero de colores, irrumpió en la escena con una danza ligera. Sus risas parecían burlarse del tiempo mismo, su movimiento desafiaba la gravedad de los días pasados. Al ver al caballero, se detuvo y, con una sonrisa enigmática, exclamó:
—¡Levántate! Has perdido el ímpetu y el gusto por la vida.
El caballero lo miró con resignación y respondió con un suspiro profundo:
—He luchado tanto que olvidé por qué comencé.
El bufón, sin perder su alegría, le extendió su sombrero de cascabeles y le susurró al oído:
—Entonces ríe… y verás si aún eres un guerrero.
El caballero tomó el sombrero con duda, pero al colocárselo y escuchar el tintineo de los cascabeles, algo despertó en él. Un eco lejano, el murmullo del viento de su juventud, la sensación de un primer amanecer antes de la primera batalla. Y sin darse cuenta, dejó escapar una risa. Primero suave, luego clara, hasta volverse una carcajada que resonó en las ruinas. En ese instante, comprendió que su lucha nunca había sido solo contra el enemigo, sino también contra el olvido de sí mismo.
¿Era el bufón quien despertaba al caballero, o el caballero quien liberaba al bufón?
¿Es el paso del tiempo quien nos roba la alegría, o somos nosotros quienes dejamos de buscarla?
¿Se mide una vida por las batallas que luchamos o por las risas que compartimos?
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